El giraluna es una planta de tallo herbáceo y grueso de cerca de dos metros de altura. Tiene hojas alternas acorazonadas y sus grandes flores, que se doblan en la madurez, son blancas al abrirse por primera vez para después ir tomando un tono azulado conforme reciben la luz de la Luna Blanca. La planta toma su nombre de la capacidad que tiene la flor para moverse hacia este astro, de la misma forma en que el girasol se vuelve hacia el Sol.

Las flores maduran durante el verano, momento en que dan su fruto. El centro de la flor se llena entonces de numerosas semillas negruzcas que brillan con una luz violácea, pues en ellas se condensa la luz de luna que la flor ha ido absorbiendo con el paso de las noches. Estos escasos frutos son valorados por herbarios, hechiceros, alquimistas y hasta por algunos sacerdotes, porque aprecian el valioso aceite que se obtiene de ellos, útil para elaborar pociones y llevar a cabo ciertos encantamientos.

El populacho respeta esta planta con temor reverencial y suele apartarse de ella cuando la ve. Las veces que alguien ha comido sus pipas ha sufrido episodios en los que su comportamiento se volvía extraño y taciturno, y la mirada se le tornaba distante, como si viera cosas lejanas que nadie más podía ver, alejadas del mundo terrenal. Era como si no fuera la misma persona. Otras veces los afectados por su ingesta han caído en un sueño profundo, aunque tenían los ojos abiertos, y al recuperar el conocimiento afirmaban con rotundidad que su alma había abandonado su cuerpo.

No hay muchos lugares donde se pueda encontrar giralunas. Suelen encontrarse creciendo en lugares altos y apartados donde broten manantiales de aguas puras. En las alturas pueden recibir plenamente la luz de la blanca cuando está en su plenilunio. Algunos creen que esta flor fue creada por la Diosa Blanca y que simboliza el más puro amor fraternal.

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