Se apaga tu voz

En los espesos bosques de Selvania nació un amor tan puro como la luz de una pequeña estrella. Dos mujeres, dos amazonas, se amaron sin reparos como sólo un corazón desnudo puede amar a otro. Pero su amor duró un suspiro, pues un día una de ellas encontró a la otra muerta a la orilla del cauce de un río, y escribió unos versos que grabó en la madera del árbol al pie del que la enterró.
Se apaga tu voz.
Tu destello cotidiano.
La raiz encendida de tus pupilas.
El verde resplandor de tu vientre subterráneo.

Ligero tambor de agua endurecida
siniestro espejismo de brisa salvaje
todavía resuena, a lo lejos, tu cintura amazónica
tu leve quejido de virgen pradera.

La noche es una colmena de fuego,
de bandera herida,
de pesada opresión en el pecho.

Me duele tu ausencia repentina,
tu infinito silencio bañado de nostalgia,
el grito apagado de la cigarra,
el último latido de la manzana.

Hay caminos burlados por el topacio
senderos que guardan la rosa equivocada
y amantes que aún cantan con los
ojos reventados.

Corre la flecha desnuda
hacia la sabia primavera,
alocada, derriba los bordes
de la intemperie,
el perfume liviano de la gaviota,
la casa antigua de la serpiente.

Lluvia de encantadora malicia,
abréme la frente de dos
escupitajos,
limpiáme de sombras con tu
suave itinerario,
bebe de mis lágrimas,
de éste exilio momentáneo.
Introducción: Ángel Torezano
Poema: Pablo Mauricio Carbone, El Aleph, Amante de la poesia y las letras en general
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