Seguidor de la Llama Eterna

El sacerdocio de los Seguidores de la Llama Eterna fue fundado el día 24 de Ahjan del año 4.224 después del Olvido. Su sede principal es el Templo de la Llama Eterna, que se encuentra en la Isla de Hermile. Sus sacerdotes siguen el credo de Ygnalos, Dios del Fuego y símbolo de Renacimiento. Su símbolo es un Ave Fénix que coge un infinito triple sobre el Sol.

Para estos sacerdotes Ygnalos es portador de luz en la oscuridad, luz que alcanza hasta los rincones más oscuros, donde no llega la inflexible luz del padre Sol, y que alumbra en las tinieblas cuando las diosas de la noche extienden su manto. Es luz que llega hasta los más ínfimos rincones del alma incinerando a sus más profundos demonios, obligándolos a abandonar el corazón de los misericordiosos. Es el poder que devasta hasta las cenizas las enfermedades con su inmensa fuerza purificadora, y que concede a los mortales el privilegio del sutil manejo del fuego para que no se abrasen con el incontenible fulgor de su ira.

Símbolo de Ygnalos
Los sacerdotes de Ygnalos no acostumbran a mediar en intrigantes asuntos de estado o de la corte, los cuales carecen totalmente de relevancia para ellos a menos que afecten en gran medida al reino en el que viven. De hecho, no les suelen gustan las intrigas de ninguna índole porque prefieren encarar los problemas de frente. Todo lo retorcido les repugna. En cambio, sí intervienen en los asuntos del populacho, que a menudo acude secretamente a sus templos en busca de venganza. Porque saben que el Dios del Fuego es un dios vengativo que golpea con su puño incandescente a quien lo merece hasta que no queda nada. Los clérigos de Ygnalos se sienten comprometidos con las luchas cotidianas haciendo suyas las causas de otros. Unos las justas, otros las injustas, pero siempre suelen acabar mediando en algún asunto que no era de su incumbencia en uno u otro momento de sus vidas y, en la mayoría de los casos, en más de varias ocasiones. Siempre para obtener la ansiada venganza de almas en pena, débiles en algunos casos, no tanto en otros, pues creen que esas almas luego se sentirán comprometidas con Ygnalos y le rendirán su ofrenda, si no en la vida, después de ella.

También hay algunos sacerdotes del fuego, aunque en menor número, que se siente atraídos por las causas perdidas, seguramente por el sentimiento de solidaridad que les inspiran aquellos que, como su deidad, deben renacer, volver a empezar de cero. No es extraño encontrar a comerciantes en la ruina o adictos al juego que han perdido hasta su familia, acompañados por un sacerdote de Ygnalos que les guía y les anima a seguir adelante hasta conseguir que forjen una nueva vida.

Por otro lado, los Seguidores de la Llama Eterna se sienten sumamente interesados por las formas de utilizar y contener el fuego: la intensidad de la fragua sobre los metales, la caricia de un buen horno sobre la cerámica, encontrar aceites y maderas de agradecida combustión y que irradien buena luz en las noches cerradas cuando los seres de la oscuridad acechan, así como investigar cualquier magia que halle en el fuego su fuente de poder. Acumulan en las bibliotecas de sus templos numerosos estudios de pirotecnia, papiros en los que se explica minuciosamente como forjar armas olvidadas o exquisitas y complicadas recetas culinarias. Algunos mandatarios se preocupan por complacer a los clérigos de Ygnalos para tenerlos como aliados, pues no mal creen que también disponen en sus habitaciones más secretas de poderosos conjuros basados en el fuego y mezclas alquímicas capaces de hacer volar por los aires castillos enteros.

Estos sacerdotes sienten simpatía y respeto por los fieles de Soleenes, a quienes consideran aliados, pero tienen una enemistad natural con los seguidores de Argenissa y Mhaerohs. Con ellos no dudan en usar su pericia con las armas cuerpo a cuerpo a la menor ocasión.

Los clérigos de Ygnalos suelen mostrarse desconfiados y reticentes con las grandes masas de agua como mares y ríos, y cualquier transporte que se mueva a través de ellas, porque allí el fuego es vulnerable. Por el mismo motivo no se sienten del todo seguros en lugares excesivamente húmedos. Esto no quiere decir que estos lugares constituyan motivo de fobia, pero preferirán evitarlos si está en su mano.

Vengador del Puño de Fuego

Estos sacerdotes han tomado el camino de la venganza como principal vía para servir a Ygnalos. Buscan a aquellos que exigen compensación por agravios sufridos y no descansan hasta que son compensados. Sienten casi propias las heridas ajenas y, en algún caso, incluso han llevado a cabo una venganza a pesar de que sus protegidos se hayan echado atrás o hayan desaparecido. Pero la venganza es mala compañera, y a menudo tras un objetivo cumplido nace uno nuevo, adentrándolos en una espiral que no en pocas ocasiones acaba en tragedia y, de no ser así, muchas veces sólo queda el yermo vacío del odio. Pero para entonces ellos ya han marchado en busca de un nuevo ultraje que enmendar, a menos que se sientan suficientemente unidos a su protegido como para ayudarlo a comenzar una vida nueva, de haber quedado destruida la anterior.

Estos clérigos suelen ser personas de naturaleza belicosa desde temprana edad, de fuerte temperamento, y es precisamente eso lo que les impulsa a seguir el camino de la llama. Dependiendo de su sentido de la justicia y de la bondad de su corazón, enfocan la violencia de su fuego interno hacia unas u otras causas.

Naturalmente, esta forma de vivir acostumbra a meterles en más problemas de los aconsejables, así que hay ciudades, e incluso reinos, en las que los vengadores de Ygnalos no son bien recibidos. En estos casos toman identidades falsas para poder cumplir sus cometidos de forma secreta, haciéndose pasar por familiares de los ultrajados, porque nunca se ha escuchado que un sacerdote de Ygnalos se rinda, de ahí el refrán "testarudo como Seguidor de la Llama". Por el contrario, hay ciudades en las que estos sacerdotes no sólo son bien recibidos, sino que son respetados como autoridades justicieras.

Vengador de la Ceniza

Aunque casi nunca se oiga hablar de ellos y la orden de la Llama Eterna reniegue de su existencia, hay una última calaña de vengadores que se mantiene a la sombra de su fuego: los vengadores de la ceniza. Se dice que su corazón está envenenado con el fuego ceniciento que se alimenta de la ira enfermiza que los carcome. Estos fanáticos, perseguidos hasta por los suyos por la bajeza de sus métodos, no se paran ante nada ni nadie y se valen de todos los medios, honestos o deshonestos, para lograr sus fines. Para ellos lo vale todo, desde lo más simple y violento hasta lo más retorcido y demente. Utilizan, conspiran, envenenan, maldicen, masacran, y muy pocas veces les inculpan de sus perturbados crímenes, pues siempre hayan la forma de atribuírselos a otros, generalmente a aquellos objeto de la venganza de su desgraciado protegido, al que eligen sin que ni siquiera se dé cuenta.

Investigador de la Llama

Estos sacerdotes han tomado el camino del estudio como principal vía para servir a Ygnalos. Estudian disciplinas relacionadas con el fuego con tal nivel de profundidad que no suelen dedicarse en la vida a más de tres, tal es la minuciosidad de su labor. Sienten un amor sincero y profundo hacia su trabajo, les apasiona y nada les reconforta más. Cuando han aprendido en un lugar todo lo que podían sobre el arte en que se están versando, viajan a otros lugares donde adquirir nuevos conocimientos sobre él. Los sacerdotes de corazón generoso intercambian sus nociones en las nuevas comunidades, contribuyendo así a mejorar la forma de vida de sus habitantes. Los de corazón más avaricioso se quedan sólo el tiempo necesario para arrancar lo que necesitan y marchan una vez lo han conseguido, si es posible sin dar nada a cambio de ello. Por regla general unos y otros acuden una vez al año a su templo para dejar a buen recaudo todos los documentos e informes en que registran lo aprendido.

Su insaciable sed de conocimientos les impulsa a indagar en todas partes donde sospechen que pueden encontrar lo que buscan, desde polvorientas bibliotecas a ruinas ya olvidadas. Consideran que el conocimiento está por encima de la mayoría de las cosas terrenales, y seguramente a ello se debe que no duden en allanar estos recintos si no consiguen el permiso para explorarlos por las buenas. Por suerte esto no suele ocurrir, ya que estos sacerdotes suelen gozar de grandes dotes comunicativas que les abren casi todas las puertas. Con el tiempo, algunos de ellos se vuelven expertos en el arte de relacionarse y consiguen de las personas lo que necesitan dando a cambio el justo pago. Normalmente no dudan en presentarse como investigadores de Ygnalos, pero si ven en los ojos de su interlocutor la avaricia y el recelo por compartir, callan y se ofrecen como meros aprendices por unas monedas. No es extraño encontrarles malviviendo como aprendices de herreros, cocineros o alfareros sin recibir como pago nada más que lo que aprenden.

En algunas ciudades y pueblos estos clérigos son recibidos como una bendición portadora de sabiduría que ayudará a mejorar en mayor o menor medida la forma de vida. En otras más avanzadas y suspicaces son considerados poco mejor que buitres hambrientos de saber.

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