Somos dos

Hubo una vez en que uno de los príncipes de Brangartia se encontraba perdido en sí mismo. No hallaba su forma de vivir, así que se consumía entre pasiones y placeres que le estaban devorando el alma como demonios hambrientos. Un día supo que su equilibrio se había roto, y pidió ayuda a una de las sacerdotisas de la corte a la que siempre acudia cuando necesitaba consejo en el confuso terreno del amor. La sacerdotisa escuchó las dudas del príncipe, y tras meditar una noche esto fue lo que le dijo.
Es la razón el ancla del corazón. Es el sentir la vela del alma. La vida pasa cual navío ondeando en un mar entre razón y sentimiento, fluctuando entre lo conveniente y lo deseado, mostrándonos la dureza de la realidad y la dulzura de los sueños.

Somos dos fundidos en uno solo. Somos la frialdad serena de la razón, cuya guía es el conocimiento y la experiencia; somos la calidez ocurrente del sentimiento, cuya guía es el instinto y el corazón.

¿Quiénes somos nosotros mismos?

Como toda balanza, el equilibrio reside en poner un pie en cada lado, porque la razón es rígida y nos agarrota el alma, y el sentimiento sin límites vibraría hasta tal punto que nos haría estallar como un jarro de cristal.

Quienes ponen todo su peso en una de las partes de la balanza, caminan en círculos, buscando en los lugares más insospechados lo que les falta para compensarse. Busca estabilidad y control el libertino; busca libertad y emoción el puritano. Buscando sólo una de las partes se anda por un peligroso camino, pues no somos razón sin corazón ni tampoco corazón sin razón. De otro modo, seríamos piedras o animales.

No somos uno, sino dos, los que habitan en cada persona. Ver más poemas

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