No

Tras la muerte de su prometida, Cizán Bienaventura se refugió en la fe a la que estaba tan acostumbrado, rodeado por sus compañeros de la Orden del Noble Martillo. Rogó a su Dios que le enviara una señal, algo que le permitiera entender por qué habían asesinado a su dulce Mírides de una forma tan impía e inhumana. Quería encontrar al culpable para impartir justicia a golpe de espada y martillo, pero necesitaba que le mostraran el camino. Sin embargo, sus airadas súplicas no recibieron respuesta.
El corazón de Cizán se desbordó cuando, siguiendo la pista del asesino, llegó al cementerio de Nahalas y vio que la tumba de su prometida había sido profanada. Estaba a punto de ahorcarse allí mismo cuando escuchó una voz flotar en el viento y una bocanada de vida le atravesó.
No viviré esperando la flor del futuro,
dejando que el presente se impregne de hiel.

No dejaré que el tiempo se escurra entre los dedos
hasta darme cuenta de que es demasiado tarde.

No intentaré huir del miedo que ata mi voz,
sino dejarlo a mis espaldas al echar a cantar.

No volaré para llegar más lejos que nadie,
quedándome solo al dejarlos atrás.

No tocaré con la piel muerta de ayer,
sino con la ternura de hoy.

No miraré con ojos vacíos,
sino con el brillo de la inocencia.

No escucharé con oídos sordos
la música que vibra en el viento y el mar.

No devoraré los manjares de la vida,
saborearé cada migaja y cada suspiro.

No sufriré si puedo evitarlo
y no evitaré sufrir si es necesario.

No caminaré con rumbo fijo,
dejaré que el camino me guíe a cada paso.

No lucharé convencido de haberte perdido,
lo haré lleno de la dicha de saber que te he tenido.

No moriré lentamente dejando marchitar mi alma,
moriré cuando la muerte me abrace al final. Ver más poemas

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