Colinas de los Vientos

Las Colinas de los Vientos son una extensión de mil kilómetros en los que se suceden colinas y cerros de todos los tamaños. Es un paraje solitario, pues pocos se aventuran a cruzarlo. Un huracán perpetuo se cierne sobre él desde hace miles de años. Los vientos son tan fuertes que se llevan volando cualquier cosa que no esté anclada al suelo. Sólo hay un camino seguro para atravesar este lugar sin salir volando: la sinuosa senda que lo cruza de este a oeste. Quien que se adentra en ella es presa fácil de quien quiera interponerse en su camino, a menos que se sea experto en el arte de ocultarse de ojos extraños sin ningún escondite. Cualquiera lo bastante temerario como para ir por otro camino, o para subir a uno de los cerros, corre el peligro de verse aspirado hacia arriba para no volver a ser visto jamás. Por si esto fuera poco, en las Colinas de los Vientos no se dispone del sentido del oído. El ruido que hacen los vientos que giran Huracánsobre ellas es tan ensordecedor que hasta dificulta mantener una conversación a unos palmos de distancia.

Los únicos que se adentran en este lugar son aquellos que buscan la Torre Inacabada. Esta torre se alza en el centro de las colinas, justo en el ojo del huracán, rodeada por un bosque de sinocos. La senda que cruza las colinas es la única forma de llegar a la torre, pero es tan larga que no se puede cruzar sin tener que pasar alguna noche a la intemperie. Los viajeros bien informados no acampan en cualquier lugar de la senda, sino al amparo de los enormes símbolos que hay dibujados en algunos tramos del camino.

Cuentan algunos historiadores que estas tierras eran antaño unas tranquilas llanuras cubiertas por bosques de manzanos. Entonces llegó la Guerra de los Druidas, en el año 1.811 después del Olvido. Se cree que en aquella guerra los sacerdotes de la naturaleza se enfrentaron a una temible horda demoníaca que estaba arrasando Valnessia sin piedad. Los druidas eran tan pocos que no tenían ninguna posibilidad, pero se cree que conocían una forma de controlar el viento a través de la música. Cuando la horda demoníaca se adentró en el tranquilo paraje que eran las colinas por aquel entonces, los druidas entonaron su melodía. El poder de los vientos se desató sin control y resultó tan devastador que lo arrasó todo, sin dejar absolutamente a nadie con vida, ni siquiera a los druidas. Aquella música era tan poderosa que, dos mil años después, aún perdura su eco en el lugar, en forma de huracán.

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