Sobre el pico más alto de las Montañas Medas, conocido como Diente Azul, se halla el observatorio de astrología más avanzado de Brangart: el Observatorio Lunar. Fue construido excavando y moldeando la pared de la montaña, recubriéndola después con gigantescos bloques de piedra blanca. Allí es donde se han realizado la mayoría de los estudios astrológicos hechos en el reino de los hombres y donde se han escrito casi todos los libros relacionados con el movimiento de los astros. Este Observatorio está dirigido principalmente por los sacerdotes de Aknaliss, aunque también colaboran con ellos sacerdotes de otras religiones interesados en la astrología y la adivinación, y varias órdenes de hechiceros.

El Observatorio consta de cuatro torres: la Torre Blanca, orientada hacia el noroeste y desde la que se observa continuamente Aknal; la Torre Negra, orientada hacia el sureste y desde la que se observa Argen; la Torre Solar, orientada hacia el noreste y desde donde se observa el Sol; y la Torre de las Estrellas, orientada hacia el suroeste y desde la que se observan el resto de cuerpos celestes; aunque desde todas las torres se observan todos los astros, dependiendo de su posición en el firmamento. Estas torres se hallan iluminadas de día por el sol y, de noche, se iluminan con cristales lunares. Estos insólitos cristales absorben la luz natural y, cuando el día se marcha, iluminan todo el recinto con una tenue luz plateada, parecida a la luz de la blanca llena. Dicen quienes lo han visto, que contemplar el observatorio de noche es un espectáculo para la vista.
Además de sus funciones astrológicas, el Observatorio Lunar es una prodigiosa catedral alzada en honor a la Diosa Blanca que cumple numerosas funciones religiosas. Por si esto fuera poco, su privilegiada posición la hacen casi inexpugnable ante cualquier ataque, lo que la convierte en una majestuosa fortaleza que muchos quisieran poseer. La única forma de llegar a ella es recorriendo la Senda Escarpada, una sinuosa senda que trepa por las Montañas Medas hasta desembocar en las gargantuescas puertas de la catedral.

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