Música: Sangre de lobo
Nael Piesplanos se arrodilló con humildad y, desde tan cerca, a un escaso palmo de distancia, evitando mirar la sierra de afilados dientes que amenazaban con desgarrarle el cuello, se vio reflejado en el oro fundido de aquellos ojos que se le hundieron en las entrañas hasta encontrarle el alma, y supo que había en ellos una ferocidad aterradora, pero también una majestuosa nobleza.
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