Privilegio

Cuando aquel hombre le dijo estas frases con la determinación palpitando en el fondo de la voz, Nadine no podía creerlo. Ella, la mejor de las Ladronas de Corazones, a la que ningún hombre había rechazado jamás y que había dejado tras de sí un rastro de corazones rotos por todos los reinos; ella, que había seducido hasta al más digno de los príncipes y al más casto de los sacerdotes, al más fiel de los amantes y al más mordaz de los asesinos; ella, a la que todos amaban hasta morir de deseo, estaba siendo rechazada por un ser insignificante llamado Arkzadhel. Y no es que él fuera más fuerte que ella para poder resistirse a sus virtudes, nada de eso. Sencillamente los encantos pierden la magia para el que la serenidad y el amor propio hacen de guía.
Podría dejar en tu seno
lo más preciado que tengo,
darte la llave de mi alma
y permitirte la entrada al jardín.
Secarías riachuelos y fuentes,
marchitarías flores y plantas.
Quedaría un maldito desierto
de roca y ceniza cubierto.

Podría poner en tus manos
mis canciones y poemas,
darte la clave del misterio
y dejar que escribas en él.
Desordenarías las letras
y morirían las palabras.
Quedaría un triste pergamino
tan solo cubierto de olvido.

PájaroPodría poner a tus pies
mis anhelos y mis sueños,
darte el poder de volar
en las nubes de mi cielo.
Apagarías las estrellas,
se desharía pálida la luna.
Quedaría un gris atardecer
plagado de cuervos y bruma.

Podría encender en tus labios
el fuego de la pasión,
darte la llama secreta
que te guíe a mi corazón.
Quemarías las ilusiones,
reduciéndolas a escombros.
No quedarían ni los huesos
tras el paso de tus monstruos.

Podría dejarme consumir,
entregarte hasta el último latido.
Podría hacerlo pero no lo haré,
porque soy dueño de mi destino.
He sentido, he oído y he visto:
seré yo mismo el resto de mi vida.
Aún sin compañía volaré, libre,
intacto el privilegio de mi dicha.

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