Las crónicas de Sombra Azul: Introducción

Una mañana, un chico que paseaba por una de las playas rosas de la Costa de Coral, encontró a un hijo del bosque tirado en la orilla. Estaba inconsciente y magullado, así que el chico lo llevó a su casa, nervioso, para ayudarle. El chico siempre había sentido una gran curiosidad por los hijos del bosque y ahora tenía la oportunidad de saber más sobre ellos de primera mano, por lo que no pasó un solo día sin hablar todo lo que pudo con él mientras duró su recuperación.

El hijo del bosque se llamaba Avazael, pero no recordaba nada de lo que le había ocurrido para acabar tirado en la playa. Es más, no recordaba nada de sus últimas décadas de vida. Al parecer podía recordar su infancia y su adolescencia sin problemas pero, cuando trataba de recordar su edad adulta, su memoria era como un baúl que acababan de robar, según él mismo decía. A pesar de ello, Avazael insistía en que tenía la sensación de haber sido alguien importante antes de tener el accidente.

Pergamino y tintaEl chico, tras desenredar las numerosas historias que el hijo del bosque solía contar enmarañadas, descubrió que su nombre completo era Avazael Luín, cuyo significado en el idioma de los hijos del bosque era, literalmente, Sombra Azul. Avazael contó al chico muchas historias sobre su juventud entre los hijos del bosque. Lo hizo porque estaba inquieto ante la posibilidad de que echaran a volar de su cabeza como las de su edad adulta, como piezas de oro que vuelan en una partida de taelír. El chico anotaba cada una de sus palabras, entusiasmado ante la idea de saber más sobre él, y así nacieron estas crónicas:

Las crónicas de Sombra Azul: Un beso y una flecha

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