Canción de la Torre Inacabada

El pequeño Nael Piesplanos, de doce años de edad, escucha embelesado cómo su tío le recita la canción de la leyenda de la Torre Inacabada. Contarle historias es la única forma de que el nervioso chiquillo se quede sentado y coma tranquilamente su sopa de col. De lo contrario, engulle la comida como un pavo, casi sin masticar, para irse a la calle otra vez con su espada de madera. Los pies le cuelgan de la silla y los mece delante y atrás. Ni siquiera parpadea porque la historia le parece lo más interesante que ha escuchado en toda su vida. Mientras escucha, el chiquillo se hace a sí mismo una promesa: cuando sea mayor, algún día, irá en busca de la princesa y la rescatará de la torre.
Cuenta la leyenda que en un tiempo lejano,
en bastas llanuras sembradas de manzanos,
libraron los druidas una terrible batalla,
invocando a los vientos para dominarla.

Desapareció el mal, y con él todo lo demás,
pues la ira de los vientos no cede con facilidad,
y donde antaño hubiere tranquilos manzanos
sólo quedaron fuertes vientos huracanados.

Así nacieron las Colinas de los Vientos,
y el dios del aire, sintiéndose contento,
las coronó con un arco de colores vivos
que sale cada día para mostrar su regocijo.

Y llegó el día en que un rey terco y ambicioso,
que quiso en el arco de colores instalar su trono,
mandó construir una torre en el centro de las colinas,
único punto donde los vientos no desataban su ira.

Dicen que el rey tenía el favor de la roca
y por eso su torre fue más alta que ninguna otra,
pero un día, de tanta ambición, perdió su favor,
y el rey tuvo que abandonar la construcción.

La Torre InacabadaAsí nació la misteriosa Torre Inacabada,
en la que nadie trabaja, que fue abandonada,
pero que con los años más alta se eleva,
quizá porque quiera tocar las estrellas.

Y llegó el día en que un monstruo espantoso
pasaba cerca de la torre buscando reposo,
y al ver que la atalaya estaba abandonada
decidió quedarse allí, haciendo de ella su morada.

Así nacieron las historias que se cuentan,
las que a la luz del fuego se convierten en leyendas,
de las que no sabemos cuáles son sus verdades,
pero que nos apartan de peligrosos lugares.

Y llegó el día en que una exótica princesa
que nada sabía de la torre o su leyenda,
pues de tierras muy lejanas provenía,
pasó cerca de la torre con su compañía.

El monstruo, que hambriento acabó con todos,
no pudo comerse a la princesa de ningún modo,
porque era tan bella y virtuosa como un amanecer
y hasta su horripilante corazón supo conmover.

Dicen que la princesa sigue en la atalaya
esperando al valiente que acuda a salvarla,
aquél que la libere podrá pedir su mano
y ser el gran monarca de su reino lejano. Ver más poemas

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